El otro día, como buena trabajadora temporal :( , tuve que ir al INEM a
presentar una documentación. El sistema ha cambiado y ahora hay que solicitar
cita previamente por lo que tuve que pasar un rato en la sala de espera. Allí
había varios padres con niños, supongo que para solicitar algún tipo de ayuda a
la paternidad, y no pude por menos que observar su comportamiento.
Una de las madres había llevado a su niña de unos 4 o 5 años. No reparé en
ellas hasta que al cabo de unos minutos empezó a oírse por toda la sala una
música. Pensando que era un móvil no le di más importancia hasta que, al ver
que no paraba de sonar y pensando que sería una de esas
"encantadoras" personas que deciden poner banda sonora a cualquier
situación con su teléfono móvil, me giré. La madre, previsora ella, había
comprado una "tablet" para que su hija escuchara en cualquier
situación su música favorita. Y claro, había considerado que la sala de espera
de un organismo oficial era un lugar apropiado para ello. No penséis que la
mujer había llevado auriculares o que el volumen era lo suficientemente bajo
para que sólo lo oyeran ellas. No, la música se oía por toda la sala y mucho.
La niña, al sentir la mirada del resto de personas, le preguntó a su madre:
"¿Está demasiado alto?" a lo que la madre le constestó que no, con
una mueca que implicaba un "y si no les gusta que se vayan".
Otra mamá con su retoño, poco más mayor que la primera niña, se sentó a mi
lado. Su madre le dio enseguida un batido de chocolate para que se callara
(¡cuán molestas son las preguntas de un niño de seis años!) y así ella pudiera
seguir mandando mensajes con el móvil. Niño inquieto + sala de espera + batido
de chocolate es una mala ecuación, lo sabe cualquiera. Pues su madre aún se
sorprendió de que el niño decidiera averiguar cuánto batido le quedaba agitando
el tetrabrick con la "pajita" dentro. Resultado: niño, silla y suelo
manchados de batido. Una vez hubo terminado su "almuerzo" (eran las
13:15), para que el niño no se aburriera, le cedió su teléfono móvil para que
jugase con los marcianitos y así no molestase más. Lo que realmente me llegó al
alma fue una frase que le dijo la madre al niño "Jo, macho, prepárate que
nos va a tocar esperar aquí la leche". Así que, si hablamos a los hijos
como a los "colegas" del bar, ¿cómo van a aprender a tratarnos con
respeto?
Creo que es importante que los niños aprendan a comportarse correctamente en
las diferentes situaciones con las que se encuentren. Son niños, sí, y por eso
tienen que aprender. Ser niño es sinónimo de una gran capacidad y, a la vez,
necesidad de aprender; no necesitan que les protejamos de absolutamente todo
por el hecho de ser niños. Ir a una sala de espera, lugar aburrido donde los
haya, es un buen momento para que el niño aprenda a estar tranquilo y a ser
paciente. Nadie va a reprochar que una madre vaya a una sala como aquella con
un niño y el bolso lleno de recursos para "aligerarle" la espera.
Pero, pregunto, ¿son los aparatos electrónicos los recursos adecuados? Puede
que sean interesantes pero ¿en qué dosis? ¿Qué hubiesen hecho las madres hace
20 años? Supongo que lo mismo que hizo la mía: libreta y bolígrafo (¡qué
importantes son los trazos!), libros de cuentos (ya te acordarás de la comprensión lectora...), empezar un juego como el
"veo veo" en voz bajita, una adivinanza para pensar un rato, etc. Si
mi madre me hubiese dado una calculadora (quizá el único aparato electrónico de
bolsillo por aquella época) para que me entretuviese la gente nos hubiese
mirado con sorpresa, aunque creo que es bastante más educativo que un teléfono
móvil. Entonces, ¿por qué dar un teléfono a un niño?
Efectivamente, dados los tiempos que corren, los niños necesitan aprender a
usar las nuevas tecnologías. Y con “aprender a usar” no me refiero a utilizar todos
los botones (¿pero eso no lo saben al nacer? Nadie sabe cómo ni cuándo lo
aprenden, son increíbles) sino aprender también su verdadera utilidad y a saber
dosificar su uso. Los aparatos electrónicos son herramientas para facilitarnos la
vida pero no sustitutos de nada. El ordenador, por ejemplo, puede ser un buen recurso
de aprendizaje, pero nunca, NUNCA puede suplir a un agente tan importante como
un padre o un profesor. Ellos han de ser sus verdaderos modelos y, por ello,
tienen que comportarse como tal. Por eso un niño no tiene que ver que su padre
es “electrónicodependiente” y que da prioridad a la televisión en lugar de
conversar en familia, que su madre no suelta el teléfono nunca o que el
ordenador siempre está encendido en casa y es el único medio de relacionarse
con otras personas.
Y, por supuesto, necesitan ver satisfecha su curiosidad por lo que debemos
contestar a sus preguntas. El niño necesitará saber, no qué es el INEM y que
sus papás van a solicitar una ayuda, sino por qué los números van cambiando en
la pantalla, qué número tiene mamá, si quedan muchos o pocos números para que
les atiendan, la importancia de guardar el turno como se hace en el colegio, o
dar los buenos días al entrar.
Por el bien de todos (los niños pequeños tendrán los temidos quince años más
rápido de lo que pensáis) “desenchufad” un ratito a los niños. Prestadles
atención que se lo merecen.
(Imagen sacada de http://crianzadulce.blogspot.com.es/2011/01/la-tecnologia-en-los-ninos.html)
Buena reflexión Talitha y aplicable a los no tan niños
ResponderEliminarGracias por el comentario. Toda la razón, los adultos tampoco podemos vivir sin todos esos aparatos. Pero no hay necesidad de trasmitírselo a los niños.
ResponderEliminarDeja a los muchachos.. empiezan así y acaban escribiendo en foros... de vete tu a saber que... lo mismo se ponen a opinar que se yo... de la semana santa de su pueblo...
ResponderEliminarPlas plas plas plas
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