miércoles, 1 de agosto de 2012

El mundo sonoro

Creo no equivocarme si afirmo que el oído es un gran desconocido para la mayoría de nosotros. El año pasado realicé un curso muy interesante de musicoterapia y aprendí varias cosas que me gustaría compartir con vosotros.
Murray Schafer decía en el Correo de la Unesco de noviembre de 1976 en unartículo titulado “El mundo del sonido, los sonidos del mundo”:
“Paisaje sonoro es la expresión que empleamos para describir el entorno
acústico. Sus propiedades no son, evidentemente, las mismas que las del paisaje visual. Pensemos en el número de personas que nos han ayudado a definir el sentido del paisaje visual: los geólogos han estudiado la estructura, los geógrafos su formación superficial… pero, ¿quién ha estudiado el paisaje sonoro?...”


El oído es el primer órgano que se desarrolla, aproximadamente en el cuarto mes de embarazo. Desde ese momento nuestro oído es capaz de captar numerosos sonidos. Su sensibilidad es mucho mayor que la del ojo, dispone de 30.000 fibras nerviosas y es capaz de distinguir 640.000 frecuencias diferentes. El oído nos permite además ser conscientes de nuestra posición en el espacio y de nuestros movimientos. Las señales acústicas que nos llegan son clasificadas, analizadas, comparadas con otras ya registradas e identificadas y todo ello a nivel inconsciente. Sólo aquello que es considerado relevante es enviado a la atención consciente, entonces es cuando escuchamos.

El mundo sonoro hace referencia a todos aquellos sonidos que nos rodean en nuestra vida diaria. Es un mundo que llevamos grabado en nuestra memoria sin prestar una excesiva atención. En el curso nos propusieron una práctica interesante: se trata de coger las llaves de varias personas, pedirles que cierren los ojos y hacer sonar un mazo al azar. Cada persona es capaz de reconocer su mazo de llaves por el sonido que producen al agitarlas.

Además el mundo sonoro tiene un poder evocador y regresivo muy fuerte. Cada uno de nosotros tiene sus propias experiencias sonoras. Por eso algunos sonidos o piezas musicales pueden recordarnos diferentes situaciones en las que estábamos escuchando ese determinado sonido o pieza y evocar las sensaciones que nos invadían en ese momento. Por ejemplo, al volver a escuchar la música que sonaba en la consulta del médico podemos recordar esa sensación de angustia o miedo. Aquí ya entraría el concepto de “Historia musical”, es decir, la selección de piezas que nos han marcado de forma positiva o negativa a lo largo de nuestra vida. Los musicoterapeutas tienen en cuenta estos datos antes de tratar a un paciente.

Es importante que los niños sean conscientes del mundo sonoro que les rodea. Se pueden plantear muchísimas actividades, por ejemplo, la más sencilla: cerrar los ojos y concentrarse en los sonidos que podemos escuchar. También es útil poner grabaciones de sonidos y adivinar qué son y situarlos en su contexto.


Os pongo varios ejemplos que he encontrado en la red sobre paisajes sonoros que pueden ser útiles para la escuela.
En este podemos construir un paisaje sonoro combinando diferentes sonidos:
http://www.wildmusic.org/es/soundscapes/buildsoundscape
Aquí os dejo grabaciones de diferentes paisajes sonoros.
http://www.youtube.com/watch?v=9HhnzgUoJTA&feature=relmfu
http://www.youtube.com/watch?v=x5LEeGhpKUQ

Una práctica interesante para realizar con los más mayores y así advertirles del peligro del uso de aparatos electrónicos a gran volumen es la siguiente. Mientras estamos en un lugar tranquilo y silencioso, nos ponemos unos auriculares con música a un volumen más elevado de lo normal. Al principio resulta molesto pero después el oído se acostumbra. Después de escuchar durante unos minutos, situarse delante de un televisor a un volumen más bajo de lo normal. ¿Qué ocurre? Al principio nos costará, pero al cabo de unos minutos nos habremos acostumbrado al nuevo volumen.  Eso es porque nuestro oído no reacciona tan rápidamente al pasar de un ambiente ruidoso a uno silencioso como lo hacen nuestras pupilas de un sitio oscuro a otro más luminoso. Debemos dar un tiempo a nuestro oído para que se acomode a las nuevas situaciones.



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